ARENA SUELTA

POR TAYDE GONZÁLEZ ARIAS

  Se dice que las cosas que tiene un valor sentimental o emocional, no tienen precio, sin embargo, eso que parece que es tan único y especial en cada sujeto; los sentimientos y las emociones, parecen ladearse más a la idea que dice que “todo en esta vida, tiene un precio”, o que “todos tenemos un precio”. Considerando que cada ser humano sabe los dolores y penas que les aquejan, no quisiera ni imaginarme los sentires que debe vivir en aquélla persona que, sin querer, es decir alejada de su voluntad debe recibir algún beneficio a cambio de pensar, o hacer algo que no quería.

Si bien es cierto que la educación que se recibe en las escuelas refuerza los valores que vienen desde casa, cada persona tiene la libertad de ser y pensar como mejor quiere, y es tan libre en casa sujeto el pensamiento, que las clases de ética o moral, terminan fortaleciendo la civilidad o bien en mera teoría.

En alguna ocasión en éste mismo espacio, nos referimos a lo relevante que era formar en valores, y acercar a la cultura y las artes para tener en el presente y contar en el futuro con personas empáticas y con una solvencia moral capaz de hacer por el otro, buscan y encontrar el bien común, y no vender por ningún motivo ni por ninguna cosa su voluntad. Sin embargo, las condiciones de inseguridad, de corrupción o de pobreza entre otros grande vicios de la sociedad, han mostrado, en diferentes momentos y escenarios, que no hay fortaleza para ser buen samaritano y se termina cediendo, cuando te dan el pan que matara tu hambre, cuando te dan unos pesos que sanarán el padecimiento o la enfermedad, o que por conseguir desde un trabajo hasta un bien o servicio se recibe y se entrega, dinero o cosas materiales, mostrándonos materialistas y llevándonos a  todo, menos en la limpieza de lo justo o lo sensato y puro.

El o la que fue bendecida con conocimiento o con habilidades especiales, tiene la obligación humana de hacer y compartir con los demás. Pero también al que se le otorgó riqueza, pues al recibir un premio a su esfuerzo, y reuniendo fortuna debe saber que se disfruta de manera enteramente humanitaria, compartiendo, desde un buen gesto al desposeído, hasta el tostón, la moneda o el billete. Puede que sea verdad que el que más tiene más quiere, pero también verdad que el que entrega con amor, recibe con amor, por eso, dar no debe relacionarse directamente con recibir algo a cambio, y menos, entregar cualquier cosa que se entregue para que los otros hagan lo que nosotros queremos.

En uno de los varios señalamientos que en la actualidad se le hace al gobierno de México (al Gobierno de la República), por parte de los opositores, es la entrega de recursos públicos, en becas con distintos nombres y diversos sectores sociales, sin que se les exija, una calificación mínima, acudir a consultar, charlas o trabajo social que de alguna manera remunere con algún beneficio comunitario, como se venía haciendo en anteriores periodos gubernamentales, cuando se exigía promedio aprobatorio a los estudiantes, participar campañas de limpia a las beneficiarias, educación sexual a adolescentes, entre otras acciones, que se impartían en centros de salud, o vías comunes. De estos programas existen calificativos al parecer meros paliativos sin reglas claras de operación, sin pedir cumplir con algún mínimo esfuerzo, sin embargo, si se pidiera que se cumpliera obligatoriamente con algún quehacer en especial, podría ser que se estuviera condicionando los apoyos, y posiblemente, también se señalaría y tampoco agradaría a los opositores políticos.

Nuestro país, tiene mucho que necesitaba de una eficiente área de asistencia social, y los niveles de pobreza, exigían dotar de recursos a muchos niños, mujeres y hombres de la costa, la sierra, la zonas urbanas y la montaña mexicana, por lo que la entrega de recursos estaba más que justificada, pero es momento de que la gente sepa ( aunque siempre fue momento), de que lo que reciben no es más que parte del impuesto que todas y todos pagamos, que no es dinero de El Presidente, ni de los secretarios, una vez que hasta a ellos se les paga de lo que a nosotros nos cobran en la recaudación, los beneficiarios de todos los programas, no tienen una deuda con el gobierno, la tienen con la sociedad entera, por ello deben formar y sumarse a iniciativas que impidan que sus hijos y nietos, sigan viviendo las penurias que les tocó vivir, procurando en todo lo posible, la buena alimentación, enviándolos a la escuela y exigiéndoles buenos resultados o haciendo que los últimos días de vida, sean placenteros.

Si no se les ha dicho a los becarios que cada mes, cada dos meses o en determinado tiempo reciben dinero, que ese recurso es para destinarlo a sus metas profesionales, o sus sueños de emprendimiento, vale la pena que lo hagamos, así como recordarles que de cada peso que les regrese los gobiernos, alguna centésima de un peso debe haber, de los migrantes que envían dinero desde el extranjero, del que paga su agua o luz a tiempo, de quien paga su predial o de algún ciudadano que se esfuerza, porque el país siga siendo visto como un México rico y próspero.