Lic. Carlos Alberto Gutiérrez García.
Desde nuestra óptica del meridiano, al otro lado del planeta, en Wuham, China, desde diciembre del 2019 circula la variante del coronavirus SARSCoV-2, la cual ha ido fluyendo y contaminando de humano a humano hasta el espacio más recóndito de nuestro planeta, no importa la vía, sea mano en mano, de boca a boca, partícula a partícula, el virus llega a su destino, la garganta, los ojos y/o las fosas nasales, para luego hacer lo propio, colapsar los pulmones.
Países de todas las dimensiones geográficas, políticas y económicas han puesto a prueba su capacidad logística, de movilización, innovación y porque no, sus deficiencias y los otros vicios paralelos, la corrupción, el lucro y la negligencia.
Ligeramente superado el año de la declaración oficial de Pandemia emitida por la Organización Mundial de la Salud[1], al menos en México, hemos podido palpar otros de los grandes problemas que se adhieren al suyo propio de la salud, que es la desigualdad económica y la ausencia de seguridad social que blinde y dote de salud a todos los mexicanos.
Estas dos problemáticas van de la mano, ya que un punto medular para atender la enfermedad y que esta no colapse al organismo, es contar con los recursos económicos suficientes para satisfacer desde la prueba diagnóstico, luego la medicación y el tratamiento propio (que en ocasiones es necesario la hospitalización y el uso de fuentes de oxigenación externas) en aquellos contextos de desabasto de las instituciones públicas, desbordadas por lógica de la propia propagación. Otro punto de considerar es el ahorro suficiente para ausentarse del trabajo, por periodo indefinido y solventar los gastos preexistentes, más en contextos donde el mexicano, en su gran generalidad trabaja en la informalidad y reitero, sin una seguridad social universal, que atienda no solo al sujeto, sino a la familia ya que el virus es altamente contagioso.
Es verdad que las instituciones de salud pública, pese a las carencias han hecho un importantísimo trabajo para restablecer la salud de los mexicanos y ahora, con la vacuna universal, sin duda es una gran ayuda para lograr grupos inmunes, pero esa brecha sigue existiendo y cada vez se abre más, porque la pandemia sigue y las fuentes de empleo siguen cayendo, cierran por insolvencia restaurantes, cafeterías, barberías y mismos prestadores de servicios profesionales, quienes generalmente son el eslabón más alejado de la cadena, quiero pensar en médicos veterinarios, dentistas, abogados, entre otros profesionales que en estos contextos, el ciudadano prefiere atender lo básico y luego todo lo demás.
Es por ello, que México debe pensar en nuevos horizontes, dotarle de un piso parejo a todos los mexicanos, algunos tratadistas lo llaman técnicamente como Renta Básica Universal, a fin de equilibrar esa brecha y que no exista una notoria polarización y diferenciación adquisitiva entre quienes gozan de un sueldo seguro, como son todos los servidores públicos o también de aquellos beneficiarios de algún programa social, a diferencia con el ciudadano de a pie, donde los primeros paran sus actividades sin problemas de acuerdo a las órdenes o instrucciones ejecutivas, decretos o suspensiones, mientras que los segundos, no tienen de otra que salir a trabajar sea pico o no de pandemia y dotar de lo indispensable para que sus familias tengan un bocado de alimento en su estómago.
Esa renta básica universal vendría a suprimir todos los programas asistencialistas de gobiernos, tan focalizados en grupos concretos, requisitados y burocráticos, mientras que el propuesto ayudará a que la generalidad, todos sin distinción, en plena igualdad disfruten de un apoyo para contextos no solo de pandemia, sino de otras calamidades de la propia humanidad como el desgobierno, desempleo, pobreza y marginación.
Solo así, con acciones afirmativas que ayuden a equilibrar esa balanza es que podremos encontrar una sociedad más justa, más libre, más armónica y sobre todo, más sana, ya que ese piso mínimo ayudará en nuestro contexto que los enfermos de COVID en desventaja, se despreocupen de lo inminente e indispensable para su subsistencia.