ARENA SUELTA

 

POR TAYDE GONZÁLEZ ARIAS

 

CAMPEONAS Y CAMPEONES  

 

Los comentarios que hace la gente para señalar lo que haces bien y lo que haces mal, casi siempre tienen más sentido de crítica o envidia que de apoyo y ánimo, por ello debes trabajar constantemente en tu seguridad y autoestima, de tal suerte que si algo de lo que te dicen es negativo lo puedas superar, o bien si se trata de un apapacho para el alma, también tengas desarrollado un alto sentido de pertenencia y tranquilidad, para que no dejes de pisar la tierra.

Se dice que uno debe estar más preparado para perder que para ganar, lo que tiene sentido si es que no has trabajado con la superación o resiliencia, sin embargo, cuando te preparas y logras desarrollar tus niveles de competitividad, se fortalece el ímpetu de victoria, y entonces irás por el triunfo, y si por alguna situación no lograras ser el primero o la primera, ha de quedar la satisfacción del deber cumplido. Es decir, que hiciste lo mejor, que competiste contigo; con tus debilidades y fortalezas entregaste lo mejor en la competencia.

Hay quienes dicen que lo importante no es competir, sino ser parte de la competencia, y eso ha de referirse a que lo que para ti pudiera ser felicidad al coronarte, la derrota del otro pudiera sumirse en la tristeza, sin embargo, y sin ser egoístas o individualistas, cada uno libramos nuestras propias batallas, y cada quien debe aprender a manejar sus sentires y emociones, por su propio bien y el de los demás.

Si puedes apoyar a alguien en su derrota, hazlo, pero se cuidadoso porque a muchos nos gusta vivir solos en esos momentos de caídas, y lo que disfrutamos es compartir los puros triunfos, pero dado que las vidas son subidas y bajadas, sólo la cuchara sabe los hervores de la olla; sólo uno, sabe lo que le costó ganar e incluso, lo que nos sucedió para no alcanzar alguna meta.

Si bien es cierto que hay muchos textos, películas o conferencias para lograr una mentalidad poderosa, no hay mayor cualidad en una persona que el conocernos a nosotros mismos, para quedarnos donde debemos, nos merecen y merecemos, como también para no pelear guerras que están perdidas o competir en alguna cancha que no nos convenga.

La libertad tiene sentido de existir, sólo al usarla y dejar que la usen, por eso seamos libres de decidir dónde queremos estar y en qué lugar no. Porque hay muchos lugares a donde ir, pero siempre tenemos algunos que nos llenan y en donde somos felices, y debido a que tropezamos con la misma piedra, también siempre volvemos a donde fuimos felices.

Hace tiempo, mientras vivía un periodo de competencias en el área de oratoria, me llamaba la atención participar para decir mi verdad, pero dado que fui uno de los muchos estudiantes que también le tocó trabajar para sostener la carrera, necesitaba el premio, y sin duda era un aliciente el poder competir para ganar el dinero que se entregaría al triunfador. Lo que además de la grande satisfacción de ganar, se sumaba mi seguridad que se fortalecía a cada campeonato, pero me tuve que detener en algún momento para no volverme mercenario de la palabra, por lo que deje de participar y sólo asistía a aquellos que tocaban temas que me apasionaban y de los que creí que debía alzarse la voz o bien a los que se desarrollaran en recintos históricos, referentes de la cultura o que me parecían bonitos lugares.

Tal vez influyó en la experiencia que les comparto que siempre tuve algunas otras fuentes de ingresos, al tener ofertas de trabajo, seguramente los comentarios de los concursantes o jueces que al ver mi nombre entre los participantes o al verme llegar cuchicheaban o se decían entre ellos, ya llegó otra vez – nos va a ganar-, y eso no me agradaba porque sentía que todos merecían ganar, o posiblemente que la escuela no sólo me había formado disciplinariamente, sino que al elegir como profesión la cívica y la ética, en algunas lecturas leía lo valioso que era compartir el triunfo con los demás. Lo más seguro que también pudo ser con los consejos de mis padres que siempre me inculcaron que el dinero no lo es todo y que debía ser parte de un equipo sin que tuviera que ser necesariamente siempre el de adelante.

Como sea que fuere, hoy puedo decir que debemos competir, y debemos aprender a disfrutar de estar arriba o abajo, que a veces perdiendo también se gana, que en efecto no todo lo que brilla es oro, y que, aunque no tengas los laureles, mientras hagas las cosas con amor, y seas constante y congruente contigo, siempre serás un o una campeona.